Seguramente alguna vez has visto la danza de alguna cultura y talvez habrás percibido que da la sensación de que existe algo ancestral en ella, y no te equivocas.  Desde tiempos muy antiguos la danza como la música, eran consideradas una forma sencilla de entrar en comunión con la armonía del cosmos y de la madre tierra, pues las antiguas civilizaciones comprendían que el ser humano está firmemente unido a los ritmos de ambos. Observaban en el cielo el movimiento de los cuerpos celestes y luego buscaban imitarlos a través de los movimientos de su propio cuerpo convirtiéndose en un canal de energía entre el entre el cielo y la tierra. 

La danza sagrada ritual es concebida como un espejo del firmamento, en la que el movimiento se convierte en un instrumento para que nuestro cuerpo sea un canal de conexión entre la energía divida y la energía de la tierra. Estos movimientos de cuerpo y una mente serena, nos ayudan a acceder a una energía de regeneración, una energía vital, una energía de activación, una energía sexual y una energía de fertilidad. Por ello la danza sagrada era parte de los rituales en los templos antiguos y hoy en día en muchas culturas lo sigue siendo. 

Si somos un poco observadores, nos habremos dado cuenta que la mayoría de los humanos adultos, tendemos a tener un cuerpo rígido, lineal, estructural e incluso hemos perdido la capacidad de mantener la fluides de los movimientos. Es momento de recuperar esa fluides, de reaprender a mover nuestro cuerpo, y es que cuando danzamos no solamente danzamos con el, también moviliza todo nuestro interior, nuestro entorno a nivel energético y nuestro universo se esta transformando también con ello. 

No importa el tipo de danza que practiques o si solo a veces te gusta mover tu cuerpo. Lo importante es que cada movimiento se conecte a tu corazón, que en cada aliento tu alma sonría y que tu energía fluya por todo el universo danzando con las estrellas y sanando tu corazón.